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Prólogo del Lazarillo de Tormes

Lazarillo de Tormes: análisis del Prólogo


El primer problema que tenemos al abordar la obra es su anonimato. Este anonimato tiene una razón de ser; podemos conjeturar dos posibilidades: (a) la obra figura como anónima para que el lector piense que el autor es de Lázaro; (b) la obra figura como anónima porque su autor tenía miedo a la censura, por la fuerte crítica que se hace de la Iglesia (de hecho, El buscón de Quevedo figuró como anónima, y el poeta siguió negando su autoría hasta el día de su muerte). En cualquier caso, sabemos que Lázaro no existió, y que el autor de la obra debe ser un personaje culto. Dentro de la codificación narratológica, el prólogo no está a cargo del autor, sino del narrador (autor implícito), ya adulto, con toda la experiencia de una vida recorrida. Esto se justifica en que en su forma está escrita en primera persona del singular.
Otro problema de la obra es el problema del destinatario (narratario), el  vuestra Merced, quien parece pedirle explicaciones por un caso de deshonra; es a partir de esto que Lázaro justifica su narración. Por lo tanto, la obra tiene la forma de una epístola y de una autobiografía fingida.
El texto comienza:

Yo por bien tengo que cosas tan señaladas, y por ventura nunca oídas ni vistas, vengan a noticia de muchos y no se entierren en la sepultura del olvido, pues podría ser que alguno que las lea halle algo que le agrade, y, a los que no ahondaren tanto, los deleite. Y a este propósito dice Plinio que no hay libro, por malo que sea, que no tenga alguna cosa buena; mayormente que los gustos no son todos unos, mas lo que uno no come, otro se pierde por ello. Y así vemos cosas tenidas en poco de algunos, que de otros no lo son. Y esto para que ninguna cosa se debería romper ni echar a mal, si muy detestable no fuese, sino que a todos se comunicase, mayormente siendo sin perjuicio y pudiendo sacar de ella algún fruto.  (Prólogo, 1)

Este primer párrafo anuncia lo que se va a contar, y también hay elementos de la época, como el lugar del lector, donde importa su opinión en cuanto a si acepta o rechaza, juzga la obra, y se aceptan como válidas a todas, porque esto responde a una nueva mentalidad: la individualista. Desde un primer momento se plantea la conciencia de las posibles percepciones que se pueden tener del texto, además de la clara aparición del “yo”. Todo esto hace referencia a dos cosas importantes: una innovación de tipo literario, y se empiezan a mostrar, en la literatura, las cosas que son señaladas por la sociedad (pero que antes no se daban a conocer). Se dan a conocer las cosas que antes no se mencionaban y lo que no pertenece a los valores generales.
Tiene claro que hay a determinado público al cual le puede llegar a desagradar lo que dice y nuestra; pero lo interesante es que se dirige a un público lector.
Por parte del narrador-personaje hay una defensa explícita de su obra de antemano, ya que declara que su contenido viene con otra temática, intención y con cosas que son “invisibles” a la sociedad; porque la palabra escrita manifiesta lo que no se quiere ver.
Se puede considerar todo esto como una introducción, preparación para el lector, lo prepara hacia donde está dirigida la obra y qué es lo que le puede suceder al lector, haciendo referencia a sus posibilidades de recepción, con lo que, muestra cierta preocupación por el lector. Pero, a su vez, plantea que puede haber dos tipos de lectura: la que deleita y la que enseña, hace reflexionar al lector.
La cita de autoridades, en este caso Plinio (autor culto), en las cuáles se apoya, hace crear ciertas dudas respecto al autor-narrador-personaje, debido a que hace una cita de un autor culto un niño de baja condición social, crea ambigüedad.
Pero esto le sirve para fundamentar que todo puede ser rescatable, y le sirve porque él no lo dijo, sino que lo dijo un clásico, una autoridad. En este primer párrafo se hacen continuas menciones respecto al gusto personal (“lo que uno no come…”), a lo individual (claramente renacentista), pero también hay cierta preparación para el Barroco, ya que también pondera las diferentes miradas de la realidad que pueden existir.
Otro elemento que se destaca es el tema de la censura (“…ninguna cosa se debería de romper…”), nada se debe destruir o considerar que no existe, y esto se fundamenta en el hecho de que todos tienen derecho a conocer las opiniones que los demás tienen por más diferentes que sean, por lo tanto considera la libre recepción. Por lo tanto, de la lectura se puede sacar algún fruto (al menos una nueva realidad), y debe tenerse claro que no es dañina, sino constructiva. Luego sigue:

Porque, si así no fuese, muy pocos escribirían para uno solo, pues no se hace sin trabajo, y quieren, ya que lo pasan, ser recompensados, no con dineros, mas con que vean y lean sus obras y, si hay de qué, se las alaben. Y, a este propósito, dice Tulio: «La honra cría las artes».  (Prólogo, 2)

En el segundo párrafo destaca el motivo de la escritura, el hecho de realizar una obra de arte y la postura del escritor, este, escribe por lo menos para un receptor, pero también quiere ganar honra, fama, consideración social (no dinero), y este es el fin de su escritura. Y la obra tiene como función comunicar.
Hay una nueva cita a una autoridad: Tulio, lo utiliza para el fundamento de la honra: la honra es una motivación para crear porque permite el reconocimiento público (idea típicamente renacentista), pero esto se contradice con el anonimato de la obra, pero es una honra hacia la obra y no hacia el autor (que la que se reconozca sea a la obra). La ironía va a ser un recurso fundamental a lo largo de la obra para criticar.

¿Quién piensa que el soldado que es primero del escala tiene más aborrecido el vivir? No por cierto; mas el deseo de alabanza le hace ponerse al peligro; y así en las artes y letras es lo mismo. Predica muy bien el presentado y es hombre que desea mucho el provecho de las ánimas; mas pregunten a su merced si le pesa cuando le dicen: «¡Oh, qué maravillosamente lo ha hecho vuestra reverencia!». Justó muy ruinmente el señor don Fulano, y dio el sayete de armas al truhán, porque le loaba de haber llevado muy buenas lanzas: ¿qué hiciera si fuera verdad? (Prólogo, 3)

En el párrafo tercero explica el tema anterior (reflexión sobre el arte y su la función de la obra). A través de ejemplos, para que la gente lo entienda, y lo que hace es extenderse a otras esferas, la primera de ellas es el ejército, planteando que el soldado de primera fila hace eso para ganar honra (no porque sea un suicida), esto plantea que los que van a la vanguardia es porque tienen audacia y están dispuestos a correr riesgos, por lo tanto el artista que va a la vanguardia también se arriesga para ganar honra.; el segundo es el predicador, este es el representante de Dios, y lo que destaca de él es la humildad (con lo cual se contradice con el artista y el soldado).
Pero también plantea que no hay nadie que haga algo sin buscar un fin, nadie haría nada sino buscara un fin, por lo tanto, los valores individuales están al servicio de la busca de bienes (de cualquier tipo). El predicador, supuestamente, no espera ningún fin utilitario ni recompensa, pero por lo anterior, se puede afirmar que sí.

Y todo va de esta manera: que, confesando yo no ser más santo que mis vecinos, de esta nonada, que en este grosero estilo escribo, no me pesará que hayan parte y se huelguen con ello todos los que en ella algún gusto hallaren, y vean que vive un hombre con tantas fortunas, peligros y adversidades. (Prólogo, 4)
El cuarto párrafo comienza con una expresión popular “Y todo va desta manera…”, típico, costumbre de la época, porque él también forma parte de ese mundo, a él también le gustaría moverse dentro de esos parámetros (el de recibir recompensa por lo que hace). Aparece, también un tópico de la época: la falsa modestia, que implica quitarle importancia tanto al autor como a la obra, este es el caso de quitarle importancia a la obra (“grosero estilo escribo”, etc.), y esta es la presentación de la obra y del tema: “vive un hombre con tantas fortunas, peligros, adversidades”, por lo tanto habría que preguntarse ¿cómo vive o vivió?; y esto se contesta en el párrafo quinto, donde el motivo de la obra será el relato de esa vida.

Suplico a vuestra merced reciba el pobre servicio de mano de quien lo hiciera más rico si su poder y deseo se conformaran. Y pues vuestra merced escribe se le escriba y relate el caso muy por extenso, parecióme no tomalle por el medio, sino del principio, porque se tenga entera noticia de mi persona, y también porque consideren los que heredaron nobles estados cuán poco se les debe, pues Fortuna fue con ellos parcial, y cuánto más hicieron los que, siéndoles contraria, con fuerza y maña remando, salieron a buen puerto. (Prólogo, 5)

Se pasa de una impersonalidad a la personalidad (“mi persona”), lo que hace es transformar al narrador y al protagonista en una misma persona, que quiere que se sepa de su esfuerzo personal, presentando como nuevos valores la fuerza y la maña, expresado a través de una metáfora (“remando”).
Cuando anteriormente se dijo que era una obra que también pretendía enseñar, se debe a que el narrador-personaje se pone como el ejemplo de que se “puede llegar a buen puerto” (que connota cierta estabilidad) sin suerte, y defiende la jerarquía literaria del personaje de clase baja.
El tema del “buen puerto”, es lo que él debe justificar y aclarar, y es evidente que está dicho en forma irónica, ya que esta “estabilidad” supone deshonra (ya no entra en juego), donde la subsistencia no tiene en cuenta la moral, no solo por el narrador-personaje, sino porque ningún otro personaje de los que aparecen en la obra sustentan los pilares morales, y él se justifica alegando de que vivió siempre engañado. Este “buen puerto” es lo que debe justificar, porque no cumple con los parámetros, por eso debe dar una explicación, debe justificar porqué para él es un buen puerto (ya que parece que para “Vuestra Merced” no lo es); la primera justificación que da, es que hay que evaluar la historia personal del hombre, ya que cada hombre evalúa y valora los logros, las cosas de diferente manera[1].
Por lo tanto se debe ver cuál fue su forma de vida, y planteado, grosso modo, es saciar su hambre es inversamente proporcional a su honra, cuanto más llena tenía la panza, menos honra tenía. Pero en cuanto a su “construcción moral”, él aprendió de los miembros de la Iglesia (que, en definitiva, son los “destructores morales), ya que lo que aprendió de ellos es ser cada vez menos escrupuloso.

Prof. Emily Cabrera M


[1] Esto es, claramente, una nueva idea en la época, porque además hace una denuncia del mundo (falso) en que vive él y sus lectores.

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