No caben dudas de que el decálogo fue escrito para principiantes, el primer sujeto regido por este decálogo, paródico o real, ha sido su propio autor. Sus reflexiones provienen de la carne viva, no hay en ellas el menor asomo de distendido floreo. Cabe preguntarse también si estas "reglas" son aplicables a todo tipo de narración, o únicamente a los cuentos.
"Ama a tu arte, dándole todo tu corazón" esta frase, es la piedra angular del Decálogo: no hay arte, si no se inspira en un amor incondicionado al arte.
"El desarrollo de la personalidad es una larga paciencia", otro enunciado que es vital. Solo en cuanto se actúe, con mayor o menor éxito, en la construcción de la propia personalidad, se estará en rumbo de delinear un estilo personal. A humanidad más desarrollada, un mayor dominio de la potencia artística que se alcanza espontánea, casi inconscientemente. No está en la literatura, en el ejercicio de la escritura o de la lectura, la clave de la madurez, sino en la articulación de esas vivencias con la totalidad de la propia vida. La clave de la buena escritura no está en el virtuosismo técnico, sino en la entrega paciente a las duras lecciones de la existencia.
"No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas" Es subrayable el "CASI" de este punto, trabaja la idea de una progresión, de un crecimiento de la historia hacia un final que debe estar gestándose en todas las líneas del texto.
Otro código importante a tener en cuenta es el de "No escribir bajo el imperio de la emoción", hay que liberarse de la misma, esta enturbia las decisiones narrativas haciendo vacilante el rumbo de los personajes, entorpeciendo el encuentro de la palabra exacta y oscureciendo el sentido regio de la historia.
La idea es entonces postergar el combate con la página en blanco hasta que la emoción haya muerto y se pueda planificar de manera objetiva cuál es el rumbo de la historia. Este punto va muy arraigado con el décimo y último donde se pretende una objetividad emocional para con los lectores, alejando la lectura de familia y amigos (público subjetivo).
Es de tener presente que detrás de toda obra de todo escritor hay siempre largas y dolorosas reflexiones, aunque los escritores no sepan siempre exponer esa experiencia con rigurosidad teórica. El mayor invento de un escritor, el más grande e importante, el que determina toda su obra, es la invención de sí mismo como tal. Quien quiere escribir debe inventar el tipo de escritor que quiere ser. Esto no ocurre de la noche a la mañana, exige la práctica prolongada de la escritura y el ejercicio de la reflexión.
Inventar un escritor implica crear una persona que no existe, inventarle la voz, inventarle la obra que habrá de escribir, renunciar a lo que no habrá de escribir, inventarle un modo de estar en el mundo. Es una decisión que ocupará el centro de la vida futura del individuo que escribe. Para los poetas, la invención del yo-poético es una larga lucha, no así sucede con los narradores, puesto que estos se solapan entre los personajes. Arriesgando un poco más, podría decirse que el fracaso de un escritor, de la vida y la obra de un escritor, radica en haber fracasado en el momento de inventar al escritor que quiere ser.
Hay un instante decisivo en la invención del escritor que es aquel en que se reconoce y acepta que uno tiene algo para decir, que hay una obra no escrita que uno habrá de escribir. Si la persona tiene suerte, esta convicción llega temprano, a los treinta años... digamos.
Aceptarse a uno mismo como escritor no es un acto ligero, por el que uno pasa rápidamente. Se trata de elegir una vida, las responsabilidades que esa vida impondrá, aceptar una disciplina, aceptar un estilo de vivir y pensar, y hasta una ética.
La teoría del escritor se elabora a partir del acto de escribir... entonces el Decálogo de Quiroga; no plasma lo que es Quiroga como persona, sino que trata de delinear a Horacio Quiroga escritor.
Fuente: Tomás de Mattos - Carlos Liscano "Actas de las jornadas de homenaje a Horacio Quiroga".
"Ama a tu arte, dándole todo tu corazón" esta frase, es la piedra angular del Decálogo: no hay arte, si no se inspira en un amor incondicionado al arte.
"El desarrollo de la personalidad es una larga paciencia", otro enunciado que es vital. Solo en cuanto se actúe, con mayor o menor éxito, en la construcción de la propia personalidad, se estará en rumbo de delinear un estilo personal. A humanidad más desarrollada, un mayor dominio de la potencia artística que se alcanza espontánea, casi inconscientemente. No está en la literatura, en el ejercicio de la escritura o de la lectura, la clave de la madurez, sino en la articulación de esas vivencias con la totalidad de la propia vida. La clave de la buena escritura no está en el virtuosismo técnico, sino en la entrega paciente a las duras lecciones de la existencia.
"No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas" Es subrayable el "CASI" de este punto, trabaja la idea de una progresión, de un crecimiento de la historia hacia un final que debe estar gestándose en todas las líneas del texto.
Otro código importante a tener en cuenta es el de "No escribir bajo el imperio de la emoción", hay que liberarse de la misma, esta enturbia las decisiones narrativas haciendo vacilante el rumbo de los personajes, entorpeciendo el encuentro de la palabra exacta y oscureciendo el sentido regio de la historia.
La idea es entonces postergar el combate con la página en blanco hasta que la emoción haya muerto y se pueda planificar de manera objetiva cuál es el rumbo de la historia. Este punto va muy arraigado con el décimo y último donde se pretende una objetividad emocional para con los lectores, alejando la lectura de familia y amigos (público subjetivo).
Es de tener presente que detrás de toda obra de todo escritor hay siempre largas y dolorosas reflexiones, aunque los escritores no sepan siempre exponer esa experiencia con rigurosidad teórica. El mayor invento de un escritor, el más grande e importante, el que determina toda su obra, es la invención de sí mismo como tal. Quien quiere escribir debe inventar el tipo de escritor que quiere ser. Esto no ocurre de la noche a la mañana, exige la práctica prolongada de la escritura y el ejercicio de la reflexión.
Inventar un escritor implica crear una persona que no existe, inventarle la voz, inventarle la obra que habrá de escribir, renunciar a lo que no habrá de escribir, inventarle un modo de estar en el mundo. Es una decisión que ocupará el centro de la vida futura del individuo que escribe. Para los poetas, la invención del yo-poético es una larga lucha, no así sucede con los narradores, puesto que estos se solapan entre los personajes. Arriesgando un poco más, podría decirse que el fracaso de un escritor, de la vida y la obra de un escritor, radica en haber fracasado en el momento de inventar al escritor que quiere ser.
Hay un instante decisivo en la invención del escritor que es aquel en que se reconoce y acepta que uno tiene algo para decir, que hay una obra no escrita que uno habrá de escribir. Si la persona tiene suerte, esta convicción llega temprano, a los treinta años... digamos.
Aceptarse a uno mismo como escritor no es un acto ligero, por el que uno pasa rápidamente. Se trata de elegir una vida, las responsabilidades que esa vida impondrá, aceptar una disciplina, aceptar un estilo de vivir y pensar, y hasta una ética.
La teoría del escritor se elabora a partir del acto de escribir... entonces el Decálogo de Quiroga; no plasma lo que es Quiroga como persona, sino que trata de delinear a Horacio Quiroga escritor.
Fuente: Tomás de Mattos - Carlos Liscano "Actas de las jornadas de homenaje a Horacio Quiroga".